Construir un relato vital distinto del que ha sido impuesto

Cuando el entorno en el que los niños maltratados viven les da la espalda e incluso les hace creer que son responsables de lo que les ocurre, es muy difícil para ellos no acabar asumiendo ese sentimiento de culpa y esa conciencia de no merecer amor ni respeto. 

Hay pocas cosas que puedan hacer en esta situación. Quizá la más importante sea desmontar las mentiras que les han contado y les han hecho sentir. Es un trabajo largo y difícil pero se puede conseguir. Los niños tienen que ir aprendiendo a contarse las cosas de otra manera, es decir, tienen que ir reconstruyendo sus propias historias desde otro punto de vista, aquel que parte de la idea de que ellos ni son malos ni merecen que los maltraten, al revés, llevan ya una dura carga a sus espaldas y solo por eso merecen respeto, dignidad y afecto.

Reconstruir la propia historia es saber que ellos no son el caos ni la locura ni la violencia. Al contrario, son supervivientes de una guerra, la peor en la que se pueda vivir porque la tienen en su propia casa con las personas de las que dependen completamente.

No solo es necesario construir una nueva historia, es también imprescindible tener un sueño que permita ver un horizonte por el que luchar. Una ilusión, un objetivo, algo que motive lo suficiente y que a la vez permita tener momentos de calma y cierto orden mental. El sueño puede ser cualquier cosa: hay niños que sueñan con convertirse en escritores o periodistas para contar cosas, otros se imaginan como maestros sensibles, atentos a los más débiles, o médicos que pueden curar enfermedades. Estas ilusiones son muy importantes porque significan futuro. El niño sabe que vive en la miseria pero siente que algún día saldrá de ella y eso le da fuerzas para continuar, para no dejarse enmarañar en el caos o para no caer en una profunda depresión. No es que los niños que tienen un sueño secreto no sufran o que sufran menos, es que son capaces de dar sentido a su sufrimiento y es eso precisamente lo que les permite sentirse vivos a pesar del horror al que se tienen que enfrentar cada día.

Los sueños se construyen con imágenes y palabras y poco a poco van generando recuerdos. Un niño que quiere ser escritor recordará una y otra vez al profesor que le felicitó por su excelente redacción. Ese recuerdo le producirá una gran satisfacción y le permitirá continuar en la construcción de su sueño.

Los recuerdos e imágenes positivas tienen también otra función muy importante: permiten crear un espacio de libertad que no puede ser invadido por los adultos agresores. El niño se puede someter verbalmente, puede adoptar comportamientos de sometimiento hacia su agresor pero sabe que su pensamiento le pertenece solo a él y que puede crear pequeños oasis en los que no se sienta infravalorado ni poco amado. Sabe que no tiene que perder siempre.

Muchos niños y niñas sueñan con ser buenos padres en el futuro. Se imaginan a sí mismos cuidando de sus hijos con amor y ternura. Ese sueño les permite acceder a ciertos sentimientos que pueden tener bloqueados por su vida familiar. Si una niña maltratada es capaz de sentir un profundo amor por su muñeca, la cuida, la lava, la tapa cuando hace frío, le habla con cariño y se preocupa continuamente por ella, está permitiéndose a sí misma sentir ternura, amor, comprensión y empatía por el otro. Está ayudando a crearse una identidad que se sobreponga mínimamente al desorden que le ofrece su familia.

Se derrite como el hieloAlgunos niños encuentran fuera de casa ciertos vínculos que les permiten crecer. Una vecina simpática a la que vean con frecuencia, una abuela o un maestro cercano pueden ayudarles enormemente. Los niños se repiten mentalmente las conversaciones que tienen con esas personas, recuerdan una y otra vez los gestos de cariño que les han hecho y eso les nutre de tal manera que pueden tener un rayo de esperanza. Si mi maestro me quiere y me dice que soy buen alumno tal vez sí que sea merecedor de cariño. Si mi vecina juega conmigo y me da un abrazo puede ser posible que alguien me quiera.

Todas estas relaciones ayudan a formar la identidad del niño, especialmente si él puede tener un cierto espacio de libertad íntima en el que se preserve de sus maltratadores. Por último, si las imágenes y los recuerdos infinitamente repetidos forman parte de una ilusión o un sueño que se tenga que realizar a medio plazo, es muy posible que estemos ante un niño capaz de sobrevivir con ciertas garantías, un resiliente que tendrá una vida digna a pesar de todo lo que ha soportado.

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