John Lennon, un ejemplo de resiliencia

Cuando se cumplen 35 años de la muerte de John Lennon, queremos recordar al niño que consiguió con su inteligencia y creatividad superar una vida marcada por la falta de afecto en la infancia.

Nació en Liverpool a principios de la II Guerra Mundial, en una época en la que eran frecuentes los bombardeos de la aviación alemana sobre poblaciones inglesas. Su padre estaba ausente porque era marino y poco después abandonó a la madre, que se encontró sola en plena guerra con un niño pequeño que cuidar y atender.

Julia era una mujer abierta y llena de vida. Un tiempo después se enamoró de otro hombre y decidió dejar al niño de 5 años con su hermana mayor, Mimi, mucho más conservadora y autoritaria que ella. La separación de su madre hirió profundamente al pequeño John, que nunca se adaptaría a vivir con su tía ni aceptaría las ideas que ella tenía sobre la educación y sobre su futuro.

Pero su madre no desapareció del todo. Fue ella la que le inculcó el amor por la música, la que le regaló su primer banjo y también su primera guitarra. Lo visitaba de vez en cuando manteniendo viva la llama del amor de su hijo, quien veía también cómo los años iban pasando sin que desapareciera ese sentimiento de abandono y falta de afecto, esa inseguridad que le hacía dudar de su valía y le entorpecía las relaciones con los demás.

Ya en aquella época era un niño rebelde, contestón, muy dado a las travesuras en el colegio pero también lleno de ideas que plasmaba en sus dibujos y ávido lector de libros de aventuras.

A los 14 años consiguió ir a vivir a la casa de su madre con su marido y sus dos hijas, pero unos años después la madre volvió a llevarlo a casa de la tía Mimi porque habían despedido a su marido y tenían problemas económicos.

Parece que esto le afectó mucho, nuevamente era sacrificado y alejado de las personas que quería, pero aun ocurrió algo más, justo el día que su madre lo dejó, cuando regresaba a casa, fue atropellada por un policía borracho y murió.

El dolor del joven John, de 17 años, era tan grande que tardó mucho tiempo en volver a ser el mismo: había perdido definitivamente a la persona que más quería y a la única que él deseaba que le quisiera y cuidase para siempre.

Fueron la música, la lectura y el arte los que lo salvaron de la desolación, no sin caer también en el consumo de sustancias como el alcohol o las drogas para llenar ese vacío que tenía desde siempre.

En realidad no lo llenó hasta que conoció a Yoko Ono y los dos se enamoraron. Ella le aportó mucho más que el amor de una pareja. Para John fue, probablemente, ese amor incondicional que todo niño que ha sufrido en su infancia busca en las personas que le rodean. Ese amor que significa protección y consuelo pero sobre todo valor, reconocimiento, conciencia de ser alguien que merece ser amado por sí mismo.

John Lennon tuvo un poco de amor de su madre, a pesar del abandono, más algo de amor de su tía, a pesar del autoritarismo. Contó con su voluntad, su deseo de hacer cosas, su inteligencia y sensibilidad. Disfrutó de la lectura, la pintura y la música. Consiguió crear un grupo de música, volcar en él su creatividad y tener éxito. Y después de mucho tiempo, después de muchas experiencias negativas fruto de su carácter inseguro y sus miedos, multiplicados por el consumo de alcohol y drogas, tuvo la fortuna de sentirse amado y de reflexionar sobre su infancia y sus fantasmas.

En los últimos años de su vida escribió algunas de sus mejores canciones. Os dejamos una que dedicó a su madre. Le oiréis repetir una y otra vez lo que tanto le hizo sufrir cuando era niño. A veces parece que, en vez de cantar, aúlla.

“Madre, no me quisiste… nunca te tuve… yo te necesitaba… nunca te dejé…”

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