¿Qué es el apego?

El etólogo Konrad Lorenz realizó un importante descubrimiento a mediados del siglo XX gracias a unos polluelos de pato que habían nacido en su propia casa. Descubrió que le seguían a todas partes, fuera él donde fuera, e incluso atendían a su propia voz. Le habían tomado por su madre. Tras estudiarlos a ellos y a muchos otros durante cierto tiempo constató que hay un periodo en el que las crías necesitan un contacto estrecho con la madre: la siguen continuamente, se pegan a ella para dormir y se mantienen cerca mientras van explorando el mundo que les rodea. La necesidad de mantenerse en contacto con ella es tal que si ésta se aleja, las crías la buscan con inquietud. Este fenómeno permite que poco a poco los polluelos se adapten a la madre y también que se vayan adaptando unos a otros. Es lo que conocemos con el nombre de proceso de impregnación o apego.

Muchos animales pasan también por este proceso, aunque su duración es variable. En caballos o vacas dura poco porque las crías se socializan rápidamente y se integran en sus grupos. Sin embargo, en perros, gatos y en primates, que dependen durante mucho más tiempo de las atenciones maternas, el periodo es bastante más amplio. Como ocurre con todos los mamíferos, el ser humano también tiene un proceso de impregnación o apego. Sin duda el más largo del mundo animal ya que los bebés son las crías que nacen con mayor grado de indefensión, las que más cuidados necesitan y durante más tiempo. Hasta el punto de que no podrían sobrevivir sin los cuidados necesarios.

Los animales que no completan satisfactoriamente este proceso tienen dificultades para relacionarse con sus semejantes (o con el ser humano si son domésticos) durante toda su vida, a no ser que se intervenga en su conducta y se les enseñe adecuadamente. Este fenómeno está especialmente estudiado en los perros, cuyo proceso de apego no debe suspenderse antes de 50 días porque, si se hace, el animal desarrollará ciertos problemas que pueden volverse patológicos: síndrome de reacción a la separación (destrozar objetos, ladrar constantemente, etc.), síndrome de hiperactividad (inquietud permanente, morder con fuerza incluso a sus cuidadores, no prestar atención a las órdenes, etc.), síndrome de agresión por irritación (comportamientos agresivos que los dueños no pueden controlar, provocación a otros animales, etc.), micciones nocturnas o diurnas descontroladas, etc.

Si las crías de animales manifiestan ese comportamiento, ¿cómo no van a expresarlo también los bebés que no han tenido un buen proceso de apego?