Sensación de estar muerto

El dolor extremo a que se ven sometidos los niños maltratados provoca con frecuencia una especie de aturdimiento o indiferencia.  Parece, a la vista de los demás, que les falta vida, energía, capacidad para reaccionar ante estímulos que producen reacciones inmediatas en otros niños.

Incluso ellos mismos se dan cuenta de que no perciben las cosas como los demás. No se alegran tanto, no juegan tanto como otros ni hacen tanto ruido, no se ríen a carcajadas, no muestran de forma abierta esas emociones que se suelen llamar “positivas”. Muchos niños maltratados tienen conciencia, en cierto sentido, de estar un poco muertos.

Es frecuente que tengan imágenes o sensaciones del tipo “vivo debajo de la tierra”, “estoy dentro de un agujero”, “vivo en un túnel oscuro en el que sigo caminando porque supongo que al final habrá luz”, etc.

Es normal que sean lentos en las conversaciones, que tarden en reaccionar emocionalmente o que su reacción sea mínima, y también es frecuente la sensación de niño triste o que “vive en su mundo”.

Nuestra sociedad tolera en cierta medida estos comportamientos. Especialmente cuando se sabe que estos niños tienen un “padre difícil”, una madre deprimida o han sufrido una pérdida importante. A nadie le extraña que el niño se muestre menos vivo de lo normal. Se comprende y produce compasión.

Los niños tristes o aturdidos son mucho más tolerados que los niños violentos. La sociedad no entiende o no quiere entender que el sufrimiento psíquico se expresa casi siempre de manera indirecta. Los niños violentos están expresando su sufrimiento igual que los tristes, aunque es obvio que los primeros alteran más la tranquilidad de su entorno que los segundos.

Los adultos también expresan el sufrimiento psíquico de manera indirecta. Algunas personas tienden a aislarse y evitar ciertas relaciones, otras muestran agresividad y falta de control sobre sí mismos y aun otras somatizan todo lo que les ocurre, es decir, castigan su propio cuerpo.

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