Conciencia de quién eres y por qué

La teoría del apego nos enseña que nuestra forma de relacionarnos con los demás, e incluso la visión que tenemos de nosotros mismos, es en cierta medida fruto de la relación que tuvimos con nuestros padres o las personas que los sustituyeron.

En el caso de los niños maltratados el asunto es complejo porque a un tipo de apego poco seguro se añade el mantenimiento del abuso o el abandono a lo largo del tiempo, de manera que estos niños acaban interiorizando la voz de sus maltratadores y los sentimientos de vergüenza y culpa. Esa voz y esos sentimientos aparecerán después a lo largo de la vida en las relaciones que mantienen con personas distintas de sus padres (Ver “Interiorizar la voz del maltratador”)

Hay un momento en la vida de cada uno de nosotros en que nos preguntamos sobre quiénes somos o por qué nos comportamos de una manera u otra. Si tenemos ciertas claves acerca de nuestra historia personal, podremos cuestionar algunas ideas que parecían inamovibles:

              ¿Soy realmente molesto, pesado, aburrido o malo?

                                                                       ¿Quién o qué me hizo sentirme así?

                                                       ¿Son los demás impacientes, poco comprensivos o dañinos?

¿Tengo que seguir encerrado en mi mundo pensando que me van a hacer daño si salgo de él?

                                       ¿A quién estoy viendo cuando miro a los otros?

La respuesta a estas preguntas permite construir una nueva historia sobre uno mismo, una historia a partir de la que construir también una nueva vida. Por eso cuando hablamos de resiliencia insistimos en la importancia de elaborar un relato propio para dar otro sentido a las experiencias que se han tenido y eliminar así vivencias tan dañinas como el sentimiento de culpa, la vergüenza, el sometimiento como forma de comportarse para lograr la aceptación de los demás, etc. (Ver “Construir una relato vital distinto del que ha sido impuesto”).

Sobre lo bueno y lo malo

Cuando somos conscientes de quiénes somos y de por qué somos así, podemos intervenir en nuestros sentimientos y en nuestras formas de actuar. De esa forma generamos nuevas experiencias que a su vez nos permiten sentir y actuar de manera más saludable para nosotros mismos y también para los demás.

Lo bueno retroalimenta lo bueno, igual que lo malo retroalimenta lo malo. Es imprescindible saber reconocer lo bueno que hay en nuestra vida para conectarnos con ello, de la misma manera que es fundamental reconocer lo que nos hace daño para alejarnos de ello (recuerdos negativos, anticipaciones catastróficas, voces que limitan o denigran).

Algunos recuerdos, ideas o sentimientos son tóxicos y debemos pararlos. Algunas personas también, por eso es mejor alejarse de ellas. Hay otros sentimientos que son positivos, que nos nutren, a esos debemos aferrarnos. También a las personas que nos hacen bien.

Lo difícil es, algunas veces, saber distinguir los unos de los otros.

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